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YANKEE, GO HOME

  • Antonio
  • hace 3 días
  • 6 Min. de lectura

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No había manifestación contra la presencia de bases militares estadounidenses donde no se exhibiera una pancarta con esta leyenda, o en pisos de estudiantes comprometidos, despachos laboralistas, incluso en sedes sindicales, pegatinas, poster, donde nos recordara que su presencia no era bienvenida, no era del agrado. El referéndum (dopado) para entrar o no en la OTAN, allá por el año 1986, marcó un antes y un después por lo que supuso perder la oportunidad de no vincularnos a una coalición militarista, por lo que supuso y supone hincar las rodillas ante el decadente imperio del Calígula Trump que puede devorar, incluso, a los suyos. En aras de no sé qué seguridad el imperio y sus lacayos en occidente, entre ellos el reino de España, le rinden pleitesía al nuevo emperador de occidente, al neofascista Donald Trump con su política agresiva hacia todo aquel país que ose esgrimir su soberanía nacional, despreciando sus instituciones, interviniendo en sus procesos electorales como ha hecho en Argentina y Honduras recientemente, en Alemania y como seguirá haciendo en Europa cuando haya elecciones en cada caso sea Francia o España por ejemplos, apoyando abiertamente a candidaturas de extrema derecha. Su política, en general, es un tributo a la violencia, a la retórica imperialista ya conocida de antaño. Acusar a un país de narcoestado como Venezuela no es más que una burda maniobra para quedarse con las mayores reservas activas de petróleo del mundo y de ahí su beligerante presencia en aguas del Caribe asesinando a gente que nada tiene que ver con el narcotráfico. Su política arancelaria, su propuesta de paz en Ucrania y no digamos lo de Gaza son salidas para retomar el control de un terreno que va perdiendo ya que el orden internacional no es unipolar sino multipolar. Su política militarista ha llevado a pasar caja a los países y hacer que paguen más, utilizando -para ello- a su cajero, el secretario general de la OTAN, para que recaude fondos. Hay que incrementar el gasto en armamento y las armas hay que comprarlas al yanki, todo en aras de un discurso sobre la seguridad que, al menos, yo no me trago ni mucha gente más tampoco. El discurso que Rusia ataque Cuenca o Albacete por ejemplo. Europa no pinta nada porque su posición es la de ejercer de bufón de Trump, de subalterno sin una identidad ni proyecto propio. Y en Europa está el reino de España que no consigue dinero para vivienda pero sí para armamento. Alimentar la industria de la guerra en lugar de la paz es alimentar la industria de la muerte en aras de la seguridad, de una inexistente inseguridad donde los muertos los ponen los pobres en cualquier momento al igual que la pasta que sale para armamento.

La presencia yanki en Europa toma forma y fuerza a partir de la II Guerra Mundial, al igual que la OTAN para combatir al enemigo rojo o soviético, para defender los valores de occidente. Se me ocurre que el único valor sea el de las bolsas y sus índices especulativos que le dan buenos beneficios a los fondos buitres. La sombra alargada del yanki solo se entiende porque el árbol no se tiró abajo. El árbol de la presencia de bases militares, de la pertenencia a una organización que ha propiciado operaciones encubiertas para desestabilizar y tumbar gobiernos legítimamente elegidos. De la presencia de esos fondos buitres que acumulan miles de viviendas para especular, que atesoran riqueza superior a muchos PIB de otros tantos países. Cortar ese árbol nos vendría bien para poder ver el bosque de la vida en lugar de un cementerio, el bosque de entablar otro tipo de relaciones a nivel internacional con un proyecto autónomo porque, en realidad, la soberanía nacional se tiene cuando se ejerce sin tutelas o injerencias y cuando las relaciones se desarrollan de igual a igual y no basadas en la sumisión, aún menos cuando asoma ya un imperio en declive total. El yankee, como símbolo de la arrogancia y prepotencia imperialista, no puede ser bienvenido ni debe seguir siendo un socio fiable cuando te está humillando como país y como comunidad de naciones. Ese servilismo solo se entiende porque no existe la más mínima autonomía ni conciencia soberanista, la que tenía Simón Bolívar o José Martí con respecto al decadente imperio español de antaño, la que han tenido las figuras de liberación o libertadoras como, incluso, en Europa tuvo en el Siglo XIX a un libertador llamado Giuseppe Garibaldi por el papel que jugó en la unificación de Italia y la expulsión de potencias extranjeras, siendo una de ellas los Borbones. Sería bueno que estudiásemos el proceso de liberación de la península itálica y su reunificación bajo un modelo de monarquía constitucional autóctona bajo el reinado de Victor Manuel II y que, a su vez, dicha monarquía dio paso a la actual República de Italia que nació en 1946 fruto de la lucha partisana de resistencia contra el fascismo de Mussolini y las tropas invasoras alemanas. Es importante recordar cómo nacieron las repúblicas en latinoamérica ya que fueron procesos emancipadores de la corona española, la misma que propició el vasallaje durante siglos, el genocidio, el expolio, la misma que mantuvo presencia colonial en algún punto de África. Una conciencia autónoma, de liberación, no puede permitir la presencia de bases extranjeras en suelo propio bajo ninguna premisa, ni mucho menos la de seguridad. La mejor seguridad es no hacer afrenta a ningún otro país con la presencia de enemigo en tu territorio, porque ese imperio es enemigo de medio mundo y del mismo planeta. “El amigo americano” es el elefante en la habitación, si lo metes a él te tienes que salir tú. Fue en 1953, bajo la dictadura patriótica de Franco, cuando le entregamos soberanía territorial a los yankis con las bases de Rota, Morón y Torrejón. Y eso significa, además, algo que ha pasado y que seguirá pasando si no son expulsados de nuestro territorio. El flujo de armas hacia países terroristas o genocidas como Israel, los vuelos secretos de la CIA con detenciones extrajudiciales vinculadas a la guerra de Irak, esa en la que no había ningún arma de destrucción masiva, para transportarlos a Guantánamo que no es, precisamente, un centro de recreo. O sea que con nuestro permiso colaboramos en un genocidio, en operaciones encubiertas o siniestras de un gobierno extranjero, además de agachar la cabeza con los aranceles y sus amenazas, permitimos operaciones especulativas con un derecho humano básico como es la vivienda cuyos mayores tenedores son fondos buitres extranjeros además de los propios, permitimos que no solo se compren la vivienda sino el suelo del planeta a través de las explotaciones agrarias.

Un país es soberano cuando tiene capacidad de decidir sobre su economía, su defensa y seguridad, cuando produce lo suficiente en áreas estratégicas y su excedente lo pone en venta, cuando la política manda más que la economía y ahí, entonces, no pueden mandar ni los fondos blackstone o las empresas corruptoras como Acciona. Cuando la política manda entonces, de forma inteligente y por el bien común, se entra en planificar la economía y el bienestar general recortando las brechas de desigualdad, no sometiéndose a los dictados imperialistas del gobierno extranjero que, además, opera con sus tentáculos mediáticos para influir en la opinión de la ciudadanía. Volver la mirada atrás es hacer algo más que un ejercicio de memoria sino apelar a la conciencia de soberanía no identitaria ya que colgarse una bandera, como hace la derechona en este país, es un acto de pura demagogia, hipocresía y estafa monumental ya que con esa banderita a la par esta gentuza está entregando la soberanía de forma mucho más descarada porque, en realidad, lo que le importa no es la patria sino el negocio que supone ser patriótico. Los mayores defensores de la patria son los que desvían fondos a paraísos fiscales, los que no contribuyen en la hacienda española, los que tienen ocultos fondos de opaca procedencia y un tal Juan Carlos nos podría dar una masterclass al respecto. Por eso, quizá, sea también la hora de volver a gritar ¡yankee, go home!, y recordarle al imperio y sus acólitos patrios que la soberanía no está en venta y que todo pasa por una socialización de los beneficios y no de las pérdidas como ocurrió con la banca, todo pasa por recuperar el territorio cedido a una potencia extranjera. No hay peor enemigo que el falso amigo. Por tanto, americano gringo vete a casa porque no te queremos. Vamos a dejar de ser vasallos para volver a ser libres. No somos tu patio trasero ni el garaje de tus aviones o el almacén de tus bombas para asesinar niños.

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