MI TRANSICION (2)
- Antonio
- hace 11 horas
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Como ya adelanté en el anterior artículo aquel 4 de diciembre de 1977 impactó en mí de una forma brutal por cómo aconteció todo. Sabíamos que los maderos, con sus unidades antidisturbios venidas de Linares y de otros puntos, estaban apostados en determinados puntos estratégicos de la ciudad aunque creo que también a ellos se les vino la mierda encima cuando la gente comenzó a reaccionar frente la barbarie perpetrada contra la manifestación pacífica que transitaba por las calles de Málaga. Después del asesinato impune de Caparrós comenzaron a llover los adoquines a la par que los botes de humo, la gente corriendo y rodeando la ciudad para llegar al punto de destino. Yo tardé varias horas para un recorrido andando de algo más de media hora intentando esquivar a las lecheras de grises, los grupos organizados se dispersaron pero, asimismo, había gente que se reagrupaba para volcar contenedores o cruzar coches en la calzada. Ese mismo día la gente se concentró frente al cuartel de la Policía Nacional, por entonces en el centro de Málaga, y pasó algo en ese día y los siguientes: la pasma casi desaparecía de la escena, no se hacía visible y pienso que con el miedo en el cuerpo. Si lo que ocurrió en Málaga sucede en el País Vasco o, incluso, en Asturias año 77 no creo que haga falta que yo cuente el final. Y como relaté en el anterior artículo todo cambió para mí, mi percepción de que el fascismo se había quedado y no había muerto aumentó, se consolidó y pude comprobarlo varios meses después con el recuerdo de aquel dolor de dos balas que podían haber impactado en mí o en cualquiera otra persona joven o mayor de las que asistieron. Por aquel entonces el Ministro del Interior era un personaje franquista que aún vive, se llama Rodolfo Martin Villa y no ha rendido cuentas como tanta otra gente y, concretamente, por aquel crimen. Un tipo que perteneció a Falange hasta el año 1977, el clásico fascista travestido de demócrata de la noche a la mañana. Podéis buscar algo en internet sobre este tipejo que disfruta de sus 81 años mientras Caparrós no pudo cumplir sus 20 ni la familia acceder al expediente hasta hace unos días después de 48 años. Se llama “democracia plena”.
Retornando al año 1978, ahí comienzo mi segundo año en la universidad marcado por las luchas contra La Ley de Reforma Universitaria (Ley 14/1978) que se extendió hasta entrado el año 79 y hubo que dar el callo para estudiar, encerrarte en la universidad, divertirte y asearte también. Todo un logro porque lo llevé a cabo incluso hasta aprobar acudiendo, además, a viajes a Madrid en coches de alquiler por el antiguo desfiladero de Despeñaperros donde nos pasaron algunas anécdotas. Una, estuvimos a punto de salirnos y caer por un balate. Dos, a la vuelta en ese mismo viaje en la antigua carretera de las Pedrizas Granada-Málaga revienta una rueda de madrugada. Tres, otro viaje de ida a Madrid se gripan los piñones al vehículo y éste, además, no era de alquiler. Lo conducía su dueño (Pepillo, un tipo bonachón con pasta por entonces) y en Fernan Núñez (Córdoba) al ver que estábamos parados, la Guardia Civil vino a preguntarnos que qué pasó y a dónde íbamos. En fin, yo con un bolso de viaje y una bandera republicana de las que se pegan le di la vuelta al bolso y tuvimos el morro de preguntarle al Guardia Civil si podían alcanzarnos hasta Córdoba capital (a otro compañero y a mí porque el dueño se quedaba a la espera de la grúa), y la respuesta fue que lo tenían prohibido pero que paráramos a alguien. No sé si es que ese día teníamos al ángel de la guarda haciendo horas extras pero sin recordar el rollo que le metimos, paramos a un Renault-4, el 4 latas, nos llevó hasta la estación y de ahí a Madrid que llegamos exhaustos por los nervios también al encuentro de la primera coordinadora estatal de estudiantes universitarios, de Magisterio en concreto, que se había organizado en aquella época. El encuentro fue en el Instituto del barrio de San Blas. Fue un tiempo emocionante, vitalista, desbordante, que nada podía. La ley quedó tocada del ala (pero no derogada) y el estudiantado también, y luego fue reformada con el gobierno del tal Felipe González. Algunos estábamos en la picota del profesorado dinosaurio que cohabitaba con los rojeras que no eran pocos pero, aún así, nos importaba en aquel momento nada y menos. Cuando había clase, que ya era raro por las movidas, íbamos hasta con una inundación que hubo en Málaga justo el año 1978, andando para más señas y varios kilómetros desde la casa a la escuela universitaria. Compromiso le llamo yo y que no siempre era entendido, aceptado o apoyado. Ese año mi persona estuvo en varios lances que pudo costarle la vida a alguien incluido yo. De camino a casa, de paquete en una vespino, un vehículo fue a sacarnos de la carretera. En uno de los encuentros de Madrid, con los compañeros y compañeras, mientras íbamos por una calle algo estrecha y concurrida (no recuerdo la zona pero había movida) un vehículo arremetió sin daño alguno. El fascismo seguía campando con el cara al sol como seña de identidad. Pero no nos achantábamos, procurábamos protegernos como fuera y respondíamos si hacía falta con lo que tuviéramos a mano. Pero las movilizaciones por la ley iban menguando y las despedidas de los compañeros y compañeras, sobre todo de estas últimas, eran dolorosas si la conexión producida era total. Nos conocíamos gente de todo el Estado, de Norte a Sur y de Este a Oeste, y entrábamos en contacto con otras realidades de las que oíamos hablar en el sur como Euskadi o Cataluña, hacíamos migas con mucha gente y no teníamos redes sociales ni teléfono móvil. Recuerdo que ese año visité Almería por primera vez para estar con la gente de la coordinadora de la provincia y ahí visité la playa de los muertos cuando casi nadie la conocía. Recuerdo no estar en mi casa muchos días seguidos. Si el curso comenzó agitado, la navidad se presentaba con una previa el 6 de diciembre de incertidumbre. Había que aprobar o rechazar la Constitución que nos estaban vendiendo como el resultado del diálogo, la concordia, el entendimiento, el marco jurídico democrático y supremo de la convivencia bla bla bla, pero un año antes, el 15 de diciembre de 1977, nos colaron una ley de punto final para los crímenes del franquismo. Mi conciencia ya estaba despierta como para no tragar lo que me echaran, aunque tuviera 21 años, y entonces apelé a mi coherencia por encima de los cantos de sirena que luego se han demostrado una falacia. Me dije soy republicano y aquí hay monarquía sin referéndum, soy anticapitalista y aquí te dice que la economía es de mercado, creo en la autodeterminación de los pueblos y aquí solo de habla de unidad territorial como algo intocable, y concluí intuitivamente que las cosas solo iban a ser maquilladas. Entonces me abstuve en contra de alguna gente de mi entorno, y creo que fue una sabia decisión para un ignoto como yo. Así fue como avanzó el año 78 entre huelga, encierros, manifestaciones, reuniones varias, pero hubo algo que no llegó a cristalizar. El 18 de mayo la gentuza fascista de Fuerza Nueva tenía declarado el día como de “la Patria” y querían celebrarlo acorralándonos en el encierro que manteníamos. Llegaron coches con gente armada de verdad, con pipas, porras y cadenas. Eran los macarras pijos que teníamos en el punto de mira y no les volvíamos la espalda por si acaso. Hubo gente que vivía cerca y se allegó al encierro con algún elemento disuasorio como un látigo. Lo recuerdo y me río, pero otra gente teníamos (en secreto) un armario en el DAC (departamento de actividades culturales) con algo mucho más efectivo y mecheros no faltaban porque fumábamos. El que por aquel entonces era Director relató muchos años más tarde, en la prensa, el descubrimiento de lo que era con gran sorpresa o extrañeza. El mismo Director que tuvo que sufrir las consecuencias de su cargo al año siguiente, sobre todo si mantenía el tic autoritario heredado del pasado más reciente y oscuro. Lo dejo aquí para la próxima entrega de lo que será una de las actuaciones colectivas más audaces a nivel académico en general que yo conozco, rupturistas con el orden establecido, que modificó todo lo que se conocía hasta entonces en la universidad en su conjunto y que marcó la actuación de una buena parte del profesorado años después. Fuimos pioneros de algo que décadas después recordaba parte del profesorado que vivió aquel proceso. Mereció la pena vivir y pelear por aquello. De esa forma trajimos la democracia a la Universidad de Málaga.

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